

El Inter demuestra que sabe sufrir y se cita con el Barcelona
El cuadro italiano remonta en tres minutos un gol del Bayern que era clave


Si todos los equipos de fútbol jugasen a lo que propuso el Inter en esta eliminatoria quizás no estaríamos ante un deporte que suscitase tanto seguimiento. Pero en toda la demostración interista, por momentos estomagante, subyace el mérito de un colectivo capaz de extraer rendimiento a sus capacidades y además hacerlo con oficio. El Inter entra en las semifinales de la máxima competición de clubes por cuarta vez en 44 años y lo hace tras sublimar una vez más su ADN agonístico y pragmático. Atrás queda un Bayern de tono menor, quizás el peor de los últimos años, castigado también por bajas que hubieran elevado su tono futbolístico, por ejemplo la de Musiala. Necesitaba talento el cuadro alemán para dañar a un rival férreo que se dedicó durante la mayor parte de la eliminatoria a defenderse. Y así firmó un empate (2-2) que le premió tras ganar la pasada semana en Múnich (2-1) y ahora le cita en semifinales con el Barcelona.


Nada de lo que sucedió en San Siro sorprendió. En ventaja tras la ida, el Inter se aprestó a cuidar el gol que le tenía por delante en el marcador como si fuese un tesoro. Lo era porque además condicionaba el juego de unos y de otros. Y nada sitúa en un espacio más confortable al Inter que quedarse a la espera de la iniciativa del rival. El Inter engaña porque tiene más recursos de los que muestra durante largos tramos de sus partidos.
El devenir de una cita en ventaja le acomodó. Thomas Müller, que fue titular en detrimento de Guerreiro y el único cambio en el once respecto al duelo en Baviera, apuntó de inicio sin problemas para Sommer. Pronto se quedó el Bayern sin sustancia, maniatado, expuesto a esas acciones en las que el Inter se exprime como pocos. Pudo marcar Çalhanoglu con un misil, pero sobre todo pareció que el Inter creció en el partido porque el Bayern dimitió por el camino, casi siempre con la pelota en los pies y la iniciativa para atacar, pero sin rutas hacia el gol.
Hasta que apareció Harry Kane, que apenas necesitó metro y medio de flotación para pasaportar el balón a la red e igualar la eliminatoria. Era el inicio de la segunda parte y pareció que se abría un nuevo escenario, un partido con más matices. Lo que ocurrió fue que, en efecto, todo cambió. Pero porque apareció el Inter con el mazo. Ocurrió en dos saques de esquina, pero en realidad fue algo más. El Inter se lanzó pleno de ambición ante un Bayern trémulo que mostró una faz que hasta entonces disimulaba, la de una zaga tibia y sin contundencia. Se exhibió primero Lautaro, después Darmian. La patética gestión del Bayern en los dos córners que sellaron la remontada en un abrir y cerrar de ojos (apenas tres minutos) le retratan como un equipo con problemas para competir al más alto nivel europeo.
El 2-1, con los dos goles de ventaja tras idéntico marcador en la ida, parecía un mundo. Pero el Bayern regresó, Eric Dier marcó un inverosímil gol de cabeza cuando el Inter parecía más cómodo y abocó el partido a un final incierto en el que Müller tuvo el empate de la eliminatoria en un testarazo que detuvo Sommer. La última la envió Coman por encima del larguero.
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