Davidovich: “Hay que bajar al barro para saber que no quieres volver a estar ahí”
El tenista malagueño reflexiona sobre cambios, rupturas y evolución, sobre una metamorfosis. Es el octavo mejor del curso tras un golpe de timón “necesario”


Alejandro Davidovich (La Cala del Moral, Málaga; 25 años) accede a la zona de la piscina del Real Club de Tenis Barcelona (RCTB) acompañado por su agente y envuelto por completo por un chándal negro, con las manos en los bolsillos. Apenas asoman el rostro y el flequillo de entre la capucha. “Estoy un pelín resfriado desde Montecarlo…”, dice el tenista. Otro tenista, al parecer. Lo ha cambiado prácticamente todo. Una metamorfosis: técnico, fisio, preparador, patrocinio e incluso el lugar de residencia porque, recalca, de alguna forma quería romper con todo y darle otro impulso a una carrera que había perdido fuelle y, hasta cierto punto, la ilusión. Los resultados transmiten que el giro ha sido beneficioso y después de haber alcanzado las finales de Delray Bech y Acapulco, y las semifinales del Principado recientemente, el andaluz es hoy por hoy el octavo mejor jugador del curso, según la carrera anual. Durante la conversación, entrelaza una mirada muy directa con chispazos de timidez.
Pregunta. ¿Qué queda de aquel Davidovich que triunfó en Wimbledon como júnior, en 2017?
Respuesta. Me veo muy distinto, lógicamente, pero no solo yo, sino mucha gente, ¿no? Con 18 años eres totalmente diferente. A partir de ahí vas madurando y viendo las cosas de otra manera, y esa es la clave: el seguir aprendiendo de todo lo que te sucede en la vida, el aceptarlo de la mejor manera posible. Y eso es lo que hecho. He ido creciendo como persona y, a partir de ahí, en lo tenístico. Lo fundamental es crecer como persona, así que, en ese sentido, soy completamente distinto a como lo era hace siete años.
P. ¿Satisfecho con la evolución? ¿Se reprocha algo?
R. No, la verdad es que no. Al final, la vida te pone en tu sitio. Hay un momento para todo y cada cosa requiere de un tiempo, así que estoy satisfecho. Creo que siempre he tomado las decisiones correctas, aunque algunas obviamente no lo han sido… [risas]. Pero todo el mundo se equivoca, ¿no? No me reprocho nada, estoy contento, tranquilo y feliz. Con ganas de seguir creciendo.
Estaba estancado, simplemente pensaba en hacerlo bien. Pero ahora soy un tenista que tiene hambre
P. Últimamente, le ha dado por los cambios, varios de ellos trascendentales. No sé si como para hablar de una ruptura con todo, pero...
R. No, no, así es [corta]: una ruptura con todas las letras.
P. ¿Hay algo que no haya retocado?
R. He dado un giro completo, de 180 grados.
P. ¿Tanto lo necesitaba?
R. Sí, sin duda, lo necesitaba porque me veía estancado donde estaba, sin evolucionar, y ahora se está viendo que todo ha ido a mejor. Fue duro, medio año duro, pero sabía que mi momento iba a llegar gracias a todo el trabajo que hemos hecho con el nuevo equipo. No ha sido un camino de rosas, pero hay que estar en el barro para saber que no quieres estar ahí otra vez, y porque para triunfar hay que pasar por ahí.
P. ¿Hasta qué punto estaba quemado? En ocasiones daba la sensación de que todo le pesaba.
R. Lo dejé con Jorge [Aguirre, su técnico de toda la vida] y, a partir de ahí, me dije: ‘tengo que cambiarlo todo’. Donde yo estaba no había jugadores para entrenar y me veía estancado, quería ver qué pasaba si salía de mi zona de confort y me iba a otro país donde hubiera más tenistas de alto nivel y pudiera entrenar con ellos a diario. Luego, tuve que cambiar de fisio y con Enri [Salinas], el prepa, no pudimos concretar... Intenté buscar lo mejor de lo mejor con ese cambio, y creo que hemos formado un muy buen equipo.

P. ¿En qué punto se encuentra en ese arco de evolución de todo tenista?
R. Cada vez estoy encontrándome más donde quiero estar de verdad, con unos objetivos reales. Estoy acostumbrándome más a esta vida; es decir, a eso de jugar hasta las rondas finales, porque yo quiero estar ahí e ir a por el título, cuando a lo mejor hace un par de años no lo veía así, y simplemente pensaba en hacerlo bien. Ahora no, a cada torneo que voy, voy con la mentalidad de llegar a la final.
P. ¿Significa esto que está aprendiendo a entender todo lo que significa y todo lo que conlleva ser un tenista de élite?
R. Sí, creo que sí, o por lo menos a tener claro que quiero ser un tenista que tiene hambre de títulos, y antes no era así; antes era como: ‘venga, una semana más, vamos a ver qué pasa’, dejándolo en el aire… Y ahora no es así. Sé lo que puedo y quiero hacer, no lo dejo al azar. Sé que tarde o temprano puedo lograr mi primer título, y ese es un primer paso.
P. Ya no es solo ese jugador que antes buscaba con insistencia los grandes momentos, el punto viral, ¿no es así?
R. Bueno, alguno que otro sí, ¿eh? Porque me salen.
Estoy aprendiendo a no hacerme daño, aunque de vez en cuando la cabeza te juega una mala pasada
P. Efectivamente, le salen, pero ya no es el objetivo último, por así decirlo.
R. Sí, antes era un poquito showman, pero he ido dándome cuenta de que así no… Siempre me han dicho que cuando yo no lo busco, eso llega solo; por ejemplo, ayer [por el martes, ante Wawrinka] pegué un par de golpes y salieron solos, sin buscarlos, y eso es importante que no lo pierda.
P. En Montecarlo, tras el partido ante Draper, dijo que ese día no se respetó a sí mismo ni a su equipo. ¿Sigue ocurriendo con asiduidad o ha ido minimizándolo?
R. Ha sido la única vez que me he salido de la línea esta temporada. Me prometí que no quería ir por ahí este año y por eso me autocritiqué, porque lo paso mal y mi equipo también. No es el camino correcto. Fue una semana de bastantes emociones y estaba bastante nervioso, así que se acumularon bastantes cosas, pero bueno; después del partido lo hablé con los míos y me expliqué; fue una minidesviación, pero enseguida hicimos un punto y aparte.
P. ¿Qué pensó cuando vio que Félix Mantilla [su entrenador] se había ido del banquillo?
R. A ver, sabía que en ese partido iba a pasar algo tarde o temprano… Con esa actitud, solo se gana un partido de cada diez, pero bueno, hubo suerte y después tuve la oportunidad de rectificar.

P. En una entrevista previa decía: ‘si eres bueno contigo mismo, todo va a mejor’. ¿Se cuida más?
R. Sí, sobre todo estoy aprendiendo a no hacerme daño a mí mismo. Eso es lo más importante en la vida, el no tener esa negatividad, sino el buscarle siempre el lado positivo a las cosas. Estoy en ello, pero el camino es largo; está claro que de vez en cuando la cabeza te juega una mala pasada, pero se trata de ser positivo y de hablarte bien, porque siempre vas a tener una oportunidad, seguro. La clave es ser buena persona.
P. ¿Cuánto sufre y cuánto disfruta esta profesión? ¿En qué porcentaje?
R. En este último año, le diría que un 90-10 positivo, pero en toda mi carrera... [lo piensa]. Diría que un 70 mal y un 30 bien.
P. ¿Es muy insatisfactorio esto del tenis?
R. Sí lo es, porque tienes que lidiar todo el rato con la derrota. Nadie gana cada semana. Tienes que aprender a ser un buen perdedor; a disfrutar de lo que ganas, pero también cuando pierdes porque sabes que ahí hay margen para mejorar.
P. ¿Se les enseña a eso desde pequeños?
R. Al menos yo, no recuerdo esa conversación.
Hay que aprender a ser buen perdedor y también a divertirse; de ese modo, las cosas funcionan mejor
P. ¿Han desaparecido ya esos miedos que sufría al principio, eso de sentir temor a jugar el siguiente partido?
R. Más que miedo, se trata de incertidumbre, el saber qué va a pasar. Sobre todo en las primeras rondas. A partir de ahí, del primer partido, ya sé más o menos por dónde puedo ir.
P. ¿Hasta qué punto ha tenido que modificar o adaptar su personalidad para tener recorrido en un contexto tan particular como el del tenis?
R. Viajo desde los seis años, así que eso me ha enseñado a abrir la mente y adaptarme a todo con facilidad. En el fondo, creo que en la pista hay que tratar de divertirse en los partidos; lógicamente hay que estar serios, pero tú ves a Alcaraz, ves cómo se divierte, y aunque parezca extraño, ahí te das cuenta de que es cuando mejor funcionan las cosas, cuando no estás peleándote contigo mismo. Probablemente ese sea mi siguiente paso, el divertirme más; hoy día lo hago, aunque me cabree de vez en cuando, porque son diez segundos en realidad… Y al siguiente punto trato otra vez de divertirme. Eso es lo que busco.

P. Rebobinando, tal y como ha ido evolucionando, ¿volvería a jugarse el saque de cuchara de hace dos años en Londres?
R. Sabe lo que pasa, que si me hubiera salido mejor y hubiera hecho un ace por abajo, se hablaría de aquello de otra forma, pero como salió tan mal… Le diría que no. Entonces todavía estaba muy nervioso y tenía muchos miedos dentro de mi cabeza, pero hoy lo haría mucho más tranquilo, entre comillas. Sin duda.
P. En breve, se va a estrenar una docie sobre la ascensión profesional de Alcaraz, A mi manera. ¿Cómo se titularía la suya?
R. ¡Gianma [se dirige a su agente, a su espalda durante la charla]! ¿Cómo la llamaríamos? ¡Buf! No lo sé, no lo sé... No podría decírselo ahora mismo. Ni idea.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad , así podrás añadir otro . Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.
Sobre la firma
