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Elecciones poder judicial
Columna
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Día de contrastes 

La elección judicial nacerá atravesada por la disputa de su sentido. Para algunos será una farsa institucional, una puesta en escena. Para otros, el inicio de una nueva era

Eleccion judicial en Oaxaca
Vanessa Romero Rocha

El primero de junio de 2025 se narrará a voz dividida. Sin juicio unánime. Será —según quien hable— victoria o traición, venganza o conquista, redención o caída.

El día del año uno de Sheinbaum quedará atrapado entre dos ficciones. Para algunos, será el comienzo de la democratización del Poder Judicial; para otros, el día en que murió su independencia. Unos lo verán como el cumplimiento de la promesa de limpiar al árbitro; otros, como una lápida sobre su pretendida transparencia.

Lo ocurrido el domingo vivirá en disputa. Para algunos, será un hito democrático; para otros, parodia. Un día solemne que muestra que el pueblo ha despertado o una derrota marcada por la apatía. Una jornada atrapada entre el respaldo masivo que muestran las encuestas y el eco frío de urnas vacías.

La primera votación judicial no sólo vivirá en los números, sino en el territorio movedizo del relato. Habitará el espacio entre dos fuerzas: de un lado, la vergonzosa claudicación de una oposición que soltó las riendas; del otro, la flaca movilización del partido guinda que prometía que todo lo podía.

La elección judicial nacerá atravesada por la disputa de su sentido. Para algunos será una farsa institucional, una puesta en escena. Para otros, el inicio de una nueva era.

El primer día en que elegimos jueces quedará aprisionado entre memorias opuestas. Para algunos, será cuando un poder opaco —hermético, técnico, blindado— se abrió al pueblo. Para otros, el instante en que el Poder Judicial dejó de ser contrapeso y se volvió botín.

El histórico día se disputará entre dos versiones: la de quienes lo verán como la irrupción de los indeseables en el tercer poder y la de quienes prefieren olvidar que hace tiempo allí habitaban.

Será visto como el día en que la justicia se politizó, o el momento en que dejamos de fingir lo contrario. ¿Será escándalo o amnesia?

Será el día que marque la muerte de la independencia judicial —si es que alguien se atreve a jurar que alguna vez estuvo viva—.

El primero de junio de 2025 será comienzo para unos, derrota para otros.

Algunos recordarán su primera elección de jueces como un ejercicio genuino de selección ciudadana; gente que se organizó, que contrastó propuestas e intercambió acordeones en esquinas y pasillos; otros, como una coreografía dictada por la lealtad institucional.

La elección judicial también será medida por lo que reveló —o puso en duda— sobre la solidez del árbitro electoral. Para algunos, será un golpe a su prestigio; para otros, la prueba de su fortaleza y capacidad de reacción.

Con esa dualidad en mente —y salvo que queramos quedarnos atrapados en la niebla discursiva—, habría que empezar a medir. Medir si el Poder Judicial mejora. Si el rezago en los tribunales disminuye. Si las resoluciones se emiten conforme a derecho. Si llegan a tiempo. Si el nivel de impunidad cede. Si quienes imparten justicia lo hacen con autonomía o bajo consigna.

Solo entonces sabremos si el experimento funcionó: si la jornada fue triunfo o traición, venganza o conquista, redención o caída.

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Sobre la firma

Vanessa Romero Rocha
Es abogada y escritora. Colaboradora en EL PAÍS y otros medios en México y el extranjero. Se especializa en análisis de temas políticos, legales y relacionados con la justicia. Es abogada y máster por la Escuela Libre de Derecho y por la University College London.
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