Colombia secuestrada
El país se ha acostumbrado a los chantajes de grupos armados, transportistas, ambientalistas y políticos. Ahora, el presidente aporta otro ejemplo con sus presiones al Legislativo para aprobar la consulta popular

La nota de secuestro de la FARC 1.0, durante los largos años de asedio a muchos departamentos del país, rezaba: “Si no nos dejan hacer lo que queremos con las niñas y niños de los campesinos, que robamos de sus casas bajo la justificación de “reclutamiento forzado”, nombre avalado por las cínicas Naciones Unidas y por la prensa; si no nos dejan boletear y extorsionar a los finqueros, comerciantes e industriales de cada región donde opera un frente de las FARC, y si no permiten el pillaje de los recursos municipales de la salud y la educación, entonces mataremos sin consideración a policías y militares, pondremos bombas, y asolaremos con pitucos a la poblaciones desamparadas. Ahí verán.”
Las notas de secuestro en Nariño son casi idénticas y las emitieron en distintos momentos del pasado el ELN de Elver Santos y Jaime Toño Obando; la Segunda Marquetalia, de los alias Iván Márquez, Jesús Santrich y El Paisa; las Disidencias de las Farc 2.0 de alias Gentil Duarte, y el Bloque Alfonso Cano (Boac); el Frente Oliver Sinisterra, que fue anteriormente Los Guachos, y a los que, supuestamente, “se les había acabado la guachafita”; el Comando Coordinador de Occidente (CCO), y el Frente 48. También los maleantes que vienen de otros países, como el Clan del Golfo, de México; y han llegado brasileños por Ecuador. Esas notas de secuestro ya se emiten a diario por medio país. La del Catatumbo, en 2017, fue similar y luego de siete años, el ELN repite la misma dosis en esa región.
Más tarde, en el llamado proceso de paz, cambió la nota de secuestro de las FARC 1.0 y la pagamos con más de 300 páginas de promesas costosísimas, puestos en el Congreso y un nuevo sistema de Justicia, acomodado a la impunidad de esos señores y señoras. Se les dio recursos para reescribir la historia como les antoje y que FECODE la enseñe en adelante a los chicos de colegio y se repita en las universidades que las FARC 1.0 eran las víctimas y no los victimarios.
La nota de secuestro de los levantamientos de 2021 rezaba: “No les devolveremos las carreteras del Valle del Cauca, ni las calles de Cali y el puerto de Buenaventura hasta tanto no cedan a nuestras pretensiones. Ahí verán”. Los autores materiales de ese secuestro eran los llamados jóvenes de la primera línea y las comunidades indígenas que se desplazaron del vecino departamento del Cauca. Los autores intelectuales eran los políticos que buscaban apropiarse de la presidencia en 2022. En 2021, después de tres meses de secuestro, Colombia cedió, presa de pánico e impotencia. Hasta el día de hoy siguen llegando notas, muchas emitidas en discursos presidenciales, que le recuerdan a los empresarios y padres de familia que en cualquier momento se puede repetir ese viacrucis y esa agonía. Los indígenas se han vuelto un recordatorio humano de que esa fuerza de disrupción sigue aceitada.
La nota de secuestro de los dueños de camiones, desde que Iván Duque, con poco juicio, se inventó un precio distorsionado del Diésel, reza: “Si no nos regalan la mitad de la tanqueada de Diésel para los camiones, pararemos las actividades en todo el país, interrumpiremos el tráfico en las carreteras y el flujo de personas y carga. Ahí verán”. No ha habido un guapo en el Gobierno de Petro que les pare el macho. Hoy en día seguimos pagando ese secuestro con impuestos y alto precio a la gasolina. Se necesita un Gaula económico que nos saque de esta extorsión absurda.
La nota de secuestro de los ambientalistas reza: “Si no se abandona el fracking, y si pronto no se abandona del todo la producción de petróleo, y se adopta la matemática cuántica como actividad principal de Ecopetrol, seguiremos impidiendo los permisos ambientales y la actividad de esa industria”. Los colombianos hemos pagado este secuestro con la salida de las petroleras más importantes del mundo, Shell la última de ellas, una semana atrás. El secuestro afecta lo que la estatal petrolera pueda hacer fuera de nuestras fronteras. Ecopetrol abandonó con argumentos baladís el proyecto de inversión Oslo en Texas con la Oxy, la perspectiva más rentable que tenía en su portafolio.
El secuestro prohíbe que los colombianos tengan cualquier inclinación por los hidrocarburos. Lo pagamos con el abandono de la exploración costa afuera, en aguas territoriales del Caribe, con la empresa Anadarko, hace unos pocos meses. Y lo pagaremos con la costosa falta de gas colombiano hasta 2029. Eso si no les da por secuestrar también el proyecto Sirius de gas, en aguas de La Guajira.
La nota de secuestro más tradicional de los congresistas y los contratistas a los gobiernos de turno reza: “Si no nos dejan apropiarnos de las partidas del presupuesto que queramos agenciar, haremos invivible la vida del Gobierno de turno y haremos ingobernable al país. Ahí verán”.
La nota de secuestro que se notificó el pasado 1 de mayo reza: “Si los congresistas quieren mantener sus curules, deben aprobar la consulta popular de la reforma laboral; de lo contrario, el pueblo revocará a los legisladores en las próximas elecciones. El Congreso tiene 30 días para decidir sobre la convocatoria, y una vez aprobada, habrá una votación ciudadana antes del 1 de septiembre de 2025”.
En suma, los profesionales del secuestro lo han practicado hasta la náusea. Se especializaron en ello y ahora lo usan para todo. El mal ejemplo cunde. La Ley y el Orden fueron reemplazados por la ley del monte, el secuestro general de Colombia y el desorden. Si en este momento no cedemos ante el secuestro anunciado el 1 mayo, nos amenazan con la violencia generalizada, justificada desde el presidente para abajo.
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