Ashley Vargas, la piloto peruana que desapareció en su último vuelo antes de graduarse
La familia de la alférez denuncia la inacción al Estado en los operativos de búsqueda, mientras la Fuerza Aérea asegura que trabaja sin descanso desde el día del accidente el pasado 20 de mayo

Desde hace más de una semana, Perú busca por cielo, mar y tierra a una alférez que estaba por graduarse como piloto. El 20 de mayo, un comunicado de la Fuerza Aérea del Perú (FAP) emitió la alerta: habían perdido o con una de sus aeronaves en las inmediaciones de la isla Zárate, en la Reserva Nacional de Paracas, una zona protegida a 260 kilómetros al sur de Lima. Al timón iba Ashley Vargas Mendoza, de 24 años. Se trataba de su último vuelo para recibirse como piloto militar. Aquella prueba final se ha convertido, con el correr de los días, en una desgracia que mantiene en vilo al país.
Su búsqueda ha generado controversias, pues la familia denuncia que la Fuerza Aérea Peruana no ha efectuado una búsqueda eficiente. El propio padre de Ashley, Édgar Vargas, ha iniciado un operativo por cuenta propia para encontrarla. Tres días después de su desaparición, una de las tías de la alférez recibió la llamada de un supuesto empresario pesquero que aseguraba haberla rescatado con vida y que estaba siendo rehidratada en una de sus embarcaciones a 180 millas mar adentro. Pidió dinero para solventar los gastos del rescate. La noticia corrió por medios y redes sociales, pero era una estafa. La persona nunca más respondió.
Esta falsa noticia fue un duro golpe para los Vargas Mendoza, pues solo un día antes se habían encontrado restos de la aeronave cerca a la playa Mendieta, dentro de la Reserva de Paracas. Ante esta situación, el general José Antonio Martinelli, comandante de Operaciones de la FAP, aseguró que “las esperanzas no se pierden” y reiteró que la institución trabaja arduamente con 191 efectivos y más de 140 horas de vuelo desde el primer momento en que se supo del accidente.
La versión choca con la de página de Facebook “Unidos por Ashley Vargas”, creada por la familia para solicitar ayuda e informar sobre los avances de los operativos. Allegados y voluntarios han reunido equipamiento para peinar toda la zona, incluso con buzos. “Sigo en el desierto, vine a las dos de la mañana, sigo buscando a mi piloto. No voy a perder las fuerzas para seguir buscando a mi hija”, expresó, con los ojos llorosos, Édgar Vargas.
El padre de la alférez, además, aseguró que se ha identificado a un grupo supuestamente responsable dentro de la FAP y que existen más personas involucradas. Al mismo tiempo, otros familiares acusaron de indolencia a la institución, adscrita al Ministerio de Defensa, que se ocupa de la defensa aérea del país. “La vida parece no significar nada, por parte de ellos se ha hablado más del avión KT-1P que de la misma piloto”, se lamentan.
Nicolás Román, un guía turístico del balneario de Paracas, reveló en una entrevista con el canal televisivo Latina que durante un paseo observó a una aeronave que despedía humo negro, pero luego la perdió de vista. Instantes después aparecieron otras dos naves, de color naranja y verde. Solo pasaron y se dieron media vuelta. Este testimonio desencadenado una oleada de denuncias. Uno de los blancos de s de las redes sociales es el coronel Manfred Rondón Llasa, actual director de información de la FAP, acusado de haber ordenado silencio absoluto a la escuadrilla de pilotos para evitar que se contradiga la versión oficial. Uno de los generales, según las denuncias, autorizó vuelos de instrucción como el de Ashley Vargas a pesar de que los sistemas de eyección —aquellos que le permiten a los pilotos ser expulsados en casos de emergencia— estaban vencidos al no haber recibido un mantenimiento adecuado.
José Ocampo, abogado de la familia, manifestó la posibilidad de que ante la falla del motor en la aeronave, el asiento de Vargas no haya podido eyectarse por una falla en los pirocartuchos. Esta tecnología es parte de todo avión de guerra y es vital para su tripulación. La familia le ha exigido al Ministerio de Defensa transparencia en sus operativos y voluntad política para determinar a los responsables. Mientras, la FAP asegura tener empatía con el caso, la semana pasada se realizó una vigilia y una cadena de oración por Ashley Vargas. Sus conocidos abrigan la remota esperanza de encontrarla.
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