El oro que alimenta la guerra civil de Sudán
El ejército y los paramilitares están explotando el metal precioso para financiar sus esfuerzos bélicos. El destino de sus exportaciones es casi siempre el mismo: Emiratos Árabes Unidos


Dos años de feroz guerra civil entre el ejército regular de Sudán y una poderosa organización paramilitar, las Fuerzas de Apoyo Rápido, han bastado para arrasar la base industrial del país —concentrada en su devastada capital, Jartum— y diezmar su economía a una gran velocidad. En 2023, cuando estalló la contienda, su economía ya se contrajo en torno a un 12% y el año pasado lo hizo en más de un 18%, según cálculos de instituciones financieras internacionales.
En medio de esta debacle, sin embargo, ha florecido una economía de guerra en la que destaca una preciada mercancía: el oro. En febrero, la compañía minera estatal, afín a las autoridades castrenses, anunció que la producción en las zonas controladas por el ejército superó en 2024 las 64 toneladas. Muy por encima de las 23 del año anterior y no tan lejos de las más de 80 que se declaraban antes de la guerra, ya que los paramilitares controlan vastas zonas del país.
La fiebre por el oro en Sudán se remonta a antes de la guerra y empezó tras la independencia de Sudán del Sur en 2011, que para Jartum representó la pérdida de sus lucrativos ingresos procedentes del petróleo. Sin embargo, la actual contienda ha elevado aún más la importancia del comercio de este metal precioso para todos los bandos beligerantes, que encuentran en él una fuente de ingresos clave —y suficientemente opaca— para financiar sus esfuerzos bélicos.
Buena parte de la atención sobre este sector se ha dirigido a la poderosa familia que controla las Fuerzas de Apoyo Rápido, los Dagalo, que retienen una inmensa influencia en las regiones de Darfur y Kordofán Occidental, incluidas zonas ricas en oro cerca de la frontera con Chad, República Centroafricana y Sudán de Sur. Durante la guerra, además, los paramilitares han saqueado el centro del país, incluido Jartum, de donde han robado grandes cantidades de oro, aunque la gran mayoría se lo compran a mineros artesanales de las regiones bajo su control.
Un informe de 2024 de expertos de la ONU determinó que las Fuerzas de Apoyo Rápido se financian, en parte, a través de una red de 50 empresas activas en sectores como la minería. La más destacada es Al Junaid, un holding de los Dagalo sancionado por Estados Unidos y la Unión Europea que controla 11 filiales, algunas activas en la explotación de oro. En enero, Washington sancionó otra firma vinculada a la familia, AZ Gold, por comprar oro en Sudán.
Casi todo este oro acaba luego en Emiratos Árabes Unidos, donde llega más del 80% del oro extraído en África con métodos artesanales y a pequeña escala, según un estudio reciente de la ONG suiza SWISSAID. En el caso de la familia Dagalo, que mantiene lazos muy estrechos con los Nahyan, la Casa Real de Abu Dabi, el oro que obtiene en Sudán se cree que llega a Emiratos por canales de contrabando a través de Chad, República Centroafricana y Uganda. Los beneficios exactos que les reporta se desconocen, pero se estiman en millones de euros.
El uso del oro por la junta militar para financiar sus esfuerzos bélicos, en cambio, ha recibido menos atención, pero es igualmente crucial. Al igual que las Fuerzas de Apoyo Rápido, esta financia su maquinaria, en parte, a través de una red de empresas vinculadas al ejército y a sectores islamistas afines, algunas de la cuales trabajan en la explotación y comercio de oro. De hecho, los militares controlan las principales zonas productoras del norte y el este del país.
El aumento de la producción de oro que declaró en febrero la empresa estatal de minería de Sudán refleja el interés de las autoridades castrenses para explotar este recurso. En 2024, el oro les reportó más de 1.500 millones de dólares, equivalentes a la mitad del valor total de las exportaciones oficiales desde los territorios controlados por el ejército, según datos del Banco Central. La segunda mercancía más exportada, ganado, dejó un tercio de los ingresos del oro.
Los datos del Banco Central de Sudán muestran, además, que el 98% del oro exportado por conductos oficiales desde territorios controlados por el ejército terminó también en Emiratos Árabes Unidos. Sin embargo, se considera que gran parte de la producción de oro en el país no se declara, y la mayoría del que sale por vías de contrabando se dirige al vecino del norte, Egipto, aunque desde allí también salta, en grandes cantidades, a los Emiratos Árabes Unidos.
Un agujero sin declarar
La diferencia entre las exportaciones de oro oficiales de Sudán a Emiratos Árabes Unidos y las importaciones declaradas por el pequeño estado del Golfo procedentes del país africano no esconden esta gran brecha. Entre 2012 y 2023, este agujero sin declarar superó las 180 toneladas, valoradas en 7.100 millones de dólares, e investigadores de SWISSAID sospechan que se corresponde a exportaciones ilegales de Sudán que luego entraron a Dubái legalmente.
Pero los Emiratos no solo compran oro de Sudán, sino que inversores del país también están involucrados en su extracción. Una de las tres principales concesiones mineras del ejército es la mina de Kush, en el Estado del Mar Rojo, que explota una filial de la empresa Emiral, con sede en Dubái y que, según su web, ha seguido activa durante la guerra. Emiral afirma que esta filial, Alliance for Mining, es el mayor productor industrial de oro de Sudán.
El destino de todo este oro no sorprendería si no fuera porque la cúpula militar de Sudán ha criticado cada vez más abiertamente a Emiratos Árabes Unidos por su apoyo militar y político a las Fuerzas de Apoyo Rápido. En marzo, las autoridades sudanesas presentaron incluso una demanda contra Abu Dabi al Tribunal Internacional de Justicia de la ONU por complicidad en el genocidio de los paramilitares en Darfur durante esta guerra. Estas críticas, sin embargo, han procedido, sobre todo, del subcomandante del ejército, Yasir Al Atta, mientras que el jefe de las Fuerzas Armadas, Abdelfatá Al Burhan, se ha mostrado —curiosamente— más prudente.
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