Siete rutas de senderismo por la región más desconocida (y mágica) de Madrid
La Comarca de las Vegas y Alcarria Madrileña ofrece a los viajeros una amplia variedad de caminos rodeados de naturaleza, tradición e historia. Y se pueden recorrer a pie, en bicicleta e, incluso, a caballo

Para hacer una escapada a la naturaleza no hace falta alejarse tanto del centro de Madrid. A media hora en coche, al sureste de la capital, se ubica una de las regiones desconocidas y mágicas de la Comunidad, con más de 30 pueblos en los que se degusta tradición, gastronomía y amor por el medio ambiente: la Comarca de las Vegas y Alcarria Madrileña. Allí, los visitantes encontrarán un paisaje dominado por la singular belleza de un terreno regado por las vegas de los ríos Jarama, Tajuña y Tajo, a las que debe su nombre, y por la historia que alberga cada rincón de la Alcarria Madrileña, el territorio que quedó inmortalizado por Camilo José Cela. Sí, viajero: la Alcarria empieza en la Comunidad de Madrid.
La comarca es un planazo para los amantes del senderismo y la naturaleza: avistamiento de aves, árboles y cielos, paseos a caballo o en bicicleta por las vegas de los ríos y paradas en algunos de los miradores más bellos de la comunidad. Todo, resumido en un eslogan que define a la región: “El Madrid que no te esperas”. En estas siete rutas se puede condensar la Comarca de Las Vegas y Alcarria Madrileña.

Una mirada a los cielos
Antes que los vegeños y los alcarreños, unos árboles centenarios poblaron la región: las encinas. Algunos de estos ejemplares, productores del manjar preferido de los cerdos ibéricos -la bellota-, cuentan con más de 500 años de antigüedad y su belleza escolta agradables paseos. Se trata de la ruta de Árboles Singulares, catalogados así por la Comunidad de Madrid. Un plan igualmente apto para los amantes de la ornitología, ya que en sus copas anidan aves curiosas como la collalba negra, el búho real, los ruiseñores y las garzas.
Muchos pueblos salen al paso de esta ruta: Los Santos de la Humosa, Olmeda de las Fuentes –donde se puede conocer la Encina de la Pica, catalogada como Árbol Singular por la Consejería de Medio Ambiente desde 2015–, Villar del Olmo, Valdelaguna, Chinchón –con su Laguna de San Juan, una de las mayores fuentes de biodiversidad de la Comunidad– y Titulcia. En este último municipio se puede recorrer (en apenas 30 minutos a pie) la ruta de los Cortados, un camino de gran interés ornitológico: el único requisito es colgarse unos prismáticos para disfrutar con plenitud del ambiente visual y sonoro del espacio.
Playa fluvial a los pies de Madrid
El río Tajo, el más largo de la Península, con más de 1.000 kilómetros, baña la comarca de Las Vegas. A su paso brotan vergeles, sí. Pero, con el tiempo, también ha erosionado algunas riberas para formar playas en los que los visitantes pueden refrescarse en los días de verano. Por ejemplo, la de Los Villares, en el término municipal de Estremera, donde habitantes y turistas se mezclan entre chapuzones. Quienes busquen refugio bajo la sombra, pueden optar por la Senda Ecológica del río en Villamanrique del Tajo, un tramo perfecto para combinar ocio y deporte en un descenso por las aguas del río. La senda atraviesa, además, cultivos de maíz, espárragos y cereales que confirman la riqueza agrícola de la zona.

El otoño y la primavera, entre bosques realmente únicos
Siguiendo la vega del Tajo y del río Tajuña, otra parada de obligado cumplimiento es la ruta del Pinar de la Encomienda y el Asentamiento de Valdepuerco, cerca del municipio de Villarejo de Salvanés. Esta opción brinda a los paseantes la oportunidad de conocer el último bosque natural de pino carrasco de la Comunidad de Madrid, una exuberante combinación de vegetación que dota al enclave de unas características forestales singulares a lo largo de más de 20 kilómetros de recorrido.
Para completar la experiencia, los visitantes pueden acercarse al vecino municipio de Colmenar de Oreja para recorrer la Senda Ecológica de la Vereda del Cristo. El camino se extiende a lo largo de siete kilómetros, los que llevan desde la ermita del Humilladero hasta la plaza mayor del pueblo. Solo dos horas a pie en las que disfrutar de páramos, laderas y vegas fluviales. En Villaconejos (la mina del melón), a apenas tres kilómetros de distancia, se puede comenzar la ruta del Barranco de Villacabras, tallado a lo largo de los siglos por los arroyos locales. Acantilados de hasta 50 metros de altura esperan al senderista, en un hábitat natural repleto de flora y fauna.

A caballo o en bicicleta por la Alcarria Madrileña
Los amantes de la bicicleta también encontrarán rutas específicas. Por ejemplo, la de los territorios de la Alcarria Madrileña y las campiñas del Henares, ideales para estos últimos días de la primavera. Hay caminos para todo tipo de perfiles: largos, cortos, de mayor o menor dificultad, a través de paisajes serenos, senderos de tierra sin tráfico rodado. Una experiencia que se puede hacer a dos ruedas… o a cuatro patas: los locales recomiendan hacer la visita a caballo para conectar mejor con la tranquilidad de la naturaleza. Los municipios de Ambite, Corpa –donde completar la ruta de los Manantiales– y Campo Real, en el que recorrer los cultivos de cereales, almendros y olivos y donde resulta obligatorio degustar su aceite de oliva virgen extra, sus aceitunas aliñadas y quesos artesanales.
Entre los municipios de Morata de Tajuña y Ambite se levanta una ruta de 40 kilómetros imprescindible para ciclistas y senderistas: la Vía Verde del Tajuña
Un ‘tour’ ciclista imprescindible
Entre los municipios de Morata de Tajuña y Ambite se levanta una ruta de 40 kilómetros (se puede prolongar hasta los 49 kilómetros si se inicia en Arganda del Rey, con desde el metro) imprescindible para ciclistas y senderistas: la Vía Verde del Tajuña. A la altura del pueblo de Perales se encuentra el singular Risco de las Cuevas, un yacimiento arqueológico declarado Bien de Interés Cultural por la Comunidad de Madrid. Tras este conjunto histórico se ubica un paisaje agrícola, uno de los más fotogénicos del camino: sus perfiles suaves, sin rampas, son ideales para ir en bicicleta o pasear. El recorrido finaliza entre puentes medievales, bosques ribereños y cortados sobre el río Tajuña. La duración es de unas cuatro horas y media sobre dos ruedas, y se recomienda hacerla por tramos para los visitantes que quieran recorrerla a pie.
La ruta de la Vía del Ferrocarril ‘de los 40 días’
Conocida también como la de los Cien días y Vía Negrín, la ruta de la Vía del Tren de los 40 días es otro descubrimiento. En su recorrido por el término municipal de Villar del Olmo se conservan tres de los 11 túneles de una estructura bélica creada en la Guerra Civil, de la que se pueden completar más de seis kilómetros. Como alternativa, se puede rodear el camino –cubriendo una extensión de 12 kilómetros– desde la plaza Mayor del pueblo hasta los túneles de Valdelloso y del Quemao, donde contemplar sus bóvedas, dos joyas de la ingeniería edificadas en tiempo récord.
Caminar por una Cañada Real
Al sureste madrileño es posible conocer una de las nueve cañadas reales de la Península Ibérica, por donde tradicionalmente se desplazaba el ganado trashumante. Se trata de la Cañada Real Soriana, en la que el viajero recorre campos y páramos de paisaje agrícola, motor principal de la economía de las comunidades rurales locales. Se puede realizar la ruta entre los municipios de Brea de Tajo y Valdaracete: 19 kilómetros de camino con vistas panorámicas de la campiña, en los que ver la Choza del Quiñonero, testigo de la vida trashumante, y el Barranco de Valdehormeña, donde encontrar arboledas de una especie de árbol autóctono, el zumaque.
Al sureste madrileño es posible conocer una de las nueve cañadas reales de la Península Ibérica, por donde tradicionalmente se desplazaba el ganado trashumante
Otra opción es la Ruta de los Olivares, que comienza en Valdaracete y se extiende a lo largo de 13,5 kilómetros. En total, 50 minutos en bici o dos horas a pie con una parada ineludible: el Descansadero de Corrales de Trazas, lugar de reposo para las ovejas merinas y merineros durante sus largas jornadas trashumantes. Es el lugar perfecto para hacer una pausa mientras se imagina el trasiego secular de rebaños merinos.