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El castigo de Trump a los países manufactureros de Asia amenaza el comercio global

Vietnam y Camboya, que habían sustituido las exportaciones de China, son de los más golpeados. La subida lastrará también a Japón y Corea del Sur, dos tradicionales aliados de EE UU, y a las dos principales economías del sudeste asiático, Indonesia y Tailandia

Un comercio textil en una calle de Hanoi, capital de Vietnam, el 3 de abril.Foto: LUONG THAI LINH (EFE) | Vídeo: EPV
Inma Bonet

La ofensiva arancelaria del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, no solo afecta en Asia al gigante chino. Golpea con dureza a los mayores exportadores de la región y pone a prueba sus lazos comerciales con Estados Unidos. Asia, una región clave en el comercio global y la producción de bienes, se ha convertido en uno de los principales blancos de la política proteccionista del republicano. Sobre el continente van a pesar gravámenes que promedian el 30%, según un informe de la compañía de servicios financieros ANZ. Más allá de China, golpeada con tasas acumuladas del 54%, los aranceles más altos están dirigidos precisamente a países que se han erigido como centros manufactureros alternativos a la potencia asiática. Vietnam, Camboya y Laos y Vietnam figuran entre los más castigados del mundo, mientras que las dos principales economías del sudeste asiático, Indonesia y Tailandia, también enfrentan tasas muy elevadas. Japón y Corea del Sur, por su parte, ambos aliados de Washington, se despertaron el jueves con la noticia de que sus exportaciones estarían sujetas a aranceles del 24% y 26%, respectivamente, lo que ha desatado preocupación en sus capitales ante el impacto sobre la industria automotriz y la tecnológica.

A los expertos inquietan especialmente los aranceles impuestos a Vietnam, del 46%, y alertan de que podrían tener efectos duraderos en el comercio internacional. El país comunista ha adquirido una enorme importancia como sustituto manufacturero de China y, junto a México, ha sido el mayor beneficiario del cambio en las cadenas de suministro globales que se ha producido en los últimos tiempos, precisamente para intentar eludir los aranceles impuestos a Pekín durante el primer mandato de Trump. Tanto es así que el superávit comercial de Vietnam con Estados Unidos se disparó a 123.500 millones de dólares (casi 113.000 millones de euros) en 2024, solo por detrás de China, la Unión Europea, la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático ―ambos bloques en su conjunto― y México.

El 30% de las exportaciones totales de Vietnam acaban en suelo estadounidense, lo que lo ha convertido en su mayor mercado de exportación, a donde envía todo tipo de productos, desde textiles y muebles hasta teléfonos inteligentes. Nike, la marca de ropa deportiva estadounidense, produce alrededor del 50% de su calzado en territorio vietnamita. Hanói ya ha solicitado conversaciones con Washington para que reconsidere los aranceles, que ha calificado de “injustos”, pero no ha rebajado su objetivo de crecimiento para este año, de al menos un 8%.

Otro país que ha sacado ventaja de la reubicación de fábricas desde China a su territorio ha sido Tailandia. A la segunda economía más grande del sudeste asiático, Trump le ha impuesto un arancel del 37%, muy superior al que habían anticipado las autoridades, del 11%. La decisión de Washington amenaza con revertir el avance económico tailandés, ya que posiblemente aumente los costes de producción y afecte directamente al flujo de exportaciones, especialmente aquellas de componentes electrónicos, vehículos y textiles, que constituyen una parte significativa de los productos que Tailandia vende a Estados Unidos. La primera ministra, Paetongtarn Shinawatra, ha reconocido la gravedad de la situación y ha dejado claro que la prioridad de Bangkok es negociar. Indonesia, la mayor economía de la zona, se enfrenta a tasas del 32%. Yakarta solo ha dicho que lo había previsto “con tiempo”.

Desproporción contra los más pobres

Pero los gravámenes han sido especialmente desproporcionados para los países más pobres de la región. Llegan, además, en un momento especialmente delicado, en el que ya lidian con las consecuencias de los recortes en la ayuda de la agencia estadounidense USAID, un programa clave en la asistencia humanitaria y el respaldo a activistas prodemocracia. Camboya ha sido sancionada con una tasa del 49%, y Laos, con el 48%. Según el Banco Asiático de Desarrollo, el 17,8% de los camboyanos y el 18,3% de los laosianos viven por debajo del umbral de pobreza. En el caso de Myanmar, que está sumida en una guerra civil desde hace cuatro años, los aranceles son del 44%. La antigua Birmania atraviesa una profunda crisis humanitaria desde el golpe de Estado de 2021, la cual se ha visto agravada por el terremoto del 28 de marzo, que ya se ha cobrado más de 3.100 vidas.

Varios analistas sostienen que la principal motivación de Washington para imponer aranceles a estas naciones es desalentar la inversión china, de la que son muy dependientes, y frenar así la creciente influencia de Pekín. En la última década, China ha financiado grandes proyectos de infraestructura a través de su iniciativa de la Nueva Ruta de la Seda, lo que le ha ayudado a consolidar su presencia económica y política. Las tarifas desorbitadas a las exportaciones de estos países impactarán en la rentabilidad de esas inversiones, lo que puede reducir la dependencia del capital chino. Los expertos alertan de que las consecuencias pueden ser devastadoras, ya que esas inversiones generan empleo e ingresos esenciales para estos países.

Por su parte, Tokio y Seúl han reaccionado con inquietud a los nuevos aranceles, del 24% y 26%, respectivamente. Los gravámenes adicionales a los dos aliados de Washington amenazan con golpear sectores clave de ambos países, como el del automóvil. Japón es uno de los principales inversores en Estados Unidos, y su Gobierno ha calificado la medida de “extremadamente lamentable”.

Corea del Sur convocó una reunión de emergencia y prometió una respuesta total, consciente del golpe que supondrá para su industria automotriz (casi la mitad de sus exportaciones del sector tienen como destino Estados Unidos) y del riesgo que representa para su divisa y política monetaria. El país sufre la peor crisis institucional en décadas. Este viernes, el Tribunal Constitucional destituyó definitivamente a Yoon Suk-yeol como jefe del Estado por imponer el pasado diciembre la ley marcial. La falta de liderazgo estable ha afectado a las negociaciones. Las dos capitales de Asia oriental han apostado por la vía diplomática. Los analistas creen que evitarán las represalias y apostarán por hacer concesiones e incrementar sus compras de productos estadounidenses.

La guerra arancelaria abre la puerta a nuevas alianzas y compañeros de viaje. La semana pasada, China, Japón y Corea del Sur retomaron por primera vez en cinco años un diálogo económico que había quedado sedado durante un lustro, con la intención de reavivar los lazos comerciales y facilitar los intercambios regionales en un mundo surcado de barreras estadounidenses. El encuentro ha sido especialmente promocionado en los medios chinos. Una cuenta de redes sociales vinculada al Gobierno aseguraba que los tres países habían acordado responder de forma conjunta a los aranceles de Trump, algo que enseguida fue desmentido por Tokio y Seúl. Pekín, en cualquier caso, continúa con su rodillo de propaganda sobre el encuentro. El diario Global Times, que sigue las directrices del Partido Comunista chino, destaca desde el jueves en su portada un editorial sobre la recuperación del diálogo a tres bandas: “Esta reactivación es profunda y tiene importantes implicaciones para la estabilidad regional y mundial”, informa Guillermo Abril.

En el caso de Taiwán, el Gabinete de Lai Ching-te ha calificado de “muy irrazonables” los aranceles del 32% y ha asegurado que abordará el asunto con la Casa Blanca. El presidente Lai lamentó que la medida no refleje la estrecha relación estratégica y comercial de ambos países. También argumentó que el superávit taiwanés con Estados Unidos es, en parte, consecuencia de la cooperación de Taipéi con las restricciones tecnológicas impuestas por Trump a China durante su primer mandato. Mientras el Ejecutivo busca mitigar el impacto a través de negociaciones, la economía de la isla, cuya dependencia de las exportaciones supera el 60% del PIB, podría contraerse un 3,8% debido a la caída de ventas al mercado estadounidense, según cálculos de Bloomberg.

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Sobre la firma

Inma Bonet
Es la colaboradora de EL PAÍS en Asia desde 2021. Reside en China desde 2015, primero como estudiante de chino y de un máster en Relaciones Internacionales en la Universidad de Estudios Extranjeros de Pekín (BFSU), y luego como periodista. Antes de unirse a este diario trabajó en televisión y radio.
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