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Columna
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Prohibir el velo

Todas las niñas españolas y residentes en España, sea cual sea su nacionalidad, merecen ser protegidas como las demás y que no se acepte para ellas ese estigma

Una mujer con niqab en un congreso nacional de la Unión de Comunidades Islámicas de España celebrado en Valencia.
Najat El Hachmi

Soy partidaria de prohibir el velo en los centros educativos de primaria y secundaria y de vetar en todas partes el niqab o el burka. Y no por laicismo (ya hemos visto que a muchos se les ha olvidado este principio fundamental del orden democrático republicano ante esos papas supuestamente de izquierdas) sino por razón feminista. Esto es, por respeto a la igualdad entre hombres y mujeres, niños y niñas, aunque se nos presente el cubrir a las féminas como rasgo identitario. O precisamente por esto último, porque no se puede aceptar ninguna particularidad grupal que denigre a una de sus mitades, que atente contra la dignidad y la libertad de ellas mientras ellos andan tan contentos con sus cabezas al aire. Todas las niñas españolas y residentes en España, sea cual sea su nacionalidad, merecen ser protegidas como las demás y que no se acepte para ellas ese estigma, esa losa, esa cárcel ambulante, marca de pertenencia a una tribu, una comunidad, una religión.

En base a esto yo podría alegrarme de que Junts esté pensando en imponer esta restricción y en parte me alegro por todas las niñas y adolescentes que, de aprobarse algún día la norma, puedan estar eximidas de ese deber patriarcal que les transmite la idea de que sus cuerpos son un problema y tienen que cubrirse para ser consideradas decentes. Mi alegría es amarga porque soy consciente de que lo que lleva a la formación nacionalista a tomar ese camino no es, ni de lejos, su preocupación por el bienestar de las niñas, sino disputarle votos a Aliança Catalana. También se me agria esa posible victoria contra el fundamentalismo islamista porque esa guerra debería haberla librado y batallado y liderado la izquierda desde hace tiempo, los sectores progresistas deberían haberse posicionado férreamente frente a ese racismo de género que consiste en dejarlas a ellas abandonadas a su suerte para no herir la cultura de la dominación masculina fundamentada en principios de dominación religiosa. No eran nuestras costumbres ni nuestras tradiciones (y aunque lo fueran) pero prefirieron escuchar a los imanes que a las feministas traicionando lo que venía siendo uno de sus principales pilares: la igualdad.

Ahora imagino que para hacer lo contrario de la derecha nos vendrán con que prohibir esa indumentaria fascista es racista cuando lo más racista ha sido no escuchar nuestras voces. Eso sí, Junts no va a solucionar un problema que ha ido creciendo en los últimos años: la penetración del islamismo (en todas sus formas) y su influencia sobre los nuevos catalanes (y los nuevos españoles). Para eso hace falta pedagogía, educación, prevención y considerar a esos moros catalanes como ciudadanos de pleno derecho. Es decir, inclusión real.

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Sobre la firma

Najat El Hachmi
Escritora catalano-rifeña, nacida en Beni Sidel (Marruecos) en 1979. Licenciada en filología árabe por la UB, ganadora del premio Ramon Llull con 'El último patriarca' (2008) y del premio Nadal con 'El lunes nos querrán' (2021). Autora del ensayo 'Siempre han hablado por nosotras'.
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