La resistencia civil en Myanmar gana una batalla histórica en la ciudad de Falam
Los rebeldes cristianos del Estado de Chin se han impuesto a la Junta militar en la localidad, justo después del terremoto que asoló parte del país y lo sumió en una crisis humanitaria sin precedentes
Civiles desplazados, casas bombardeadas, combatientes caídos. El triunfo ha tenido un alto precio en las tierras altas al oeste de Myanmar, donde las fuerzas revolucionarias acaban de arrebatar a la Junta militar, que gobierna el país desde el golpe de Estado de 2021, la estratégica ciudad de Falam, tras un asedio de cinco meses. La ofensiva, cuyo nombre en clave ha sido Misión Jerusalén, fue lanzada a mediados de noviembre por la Fuerza de Defensa Nacional de Chin (CNDF, por sus siglas en inglés) con el fin de apoderarse de la antigua capital del Estado, una región predominantemente cristiana. Finalmente lo consiguieron el 7 de abril. “Ahora estamos despejando el campamento militar y toda la ciudad: las minas terrestres, las bombas, las casas destruidas y todo el desastre”, ha confirmado a este diario el portavoz de la CNDF, Salai Timmy. “En total, los militares llevaron a cabo más de 1.000 ataques aéreos en la zona”.
Para el CNDF, formado por civiles tras el golpe militar de 2021, Falam ha sido su mayor victoria hasta la fecha, debido a que es un importante punto comercial fronterizo con India y a que conecta con la capital del Estado de Chin, Hakha. “Por eso la Junta utilizó tantos aviones y ataques aéreos”, explica el portavoz de la CNDF, “Falam es muy importante estratégicamente para ellos”. Además, la ciudad es la primera capital de distrito tomada por las nuevas fuerzas de resistencia sin apoyo militar, según el CNDF.
Las cicatrices en el paisaje de Falam y en su gente ya eran evidentes el pasado enero, cuando este diario se reunió con el CNDF: ataques aéreos constantes, casas destruidas, civiles evacuados, iglesias bombardeadas... “Dios no nos entregará Falam sin nuestro esfuerzo”, decía en aquel momento el vicepresidente del CNDF, Peter Thang, que antes del golpe de Estado dirigía una agencia de viajes en Yangón.
A diferencia de los ejércitos étnicos establecidos en Myanmar, que suelen aspirar al control de un territorio determinado, esta resistencia civil aspira a derrocar completamente al régimen. Pero la ofensiva de Falam fue un duro campo de aprendizaje. Un número de bajas difícil de determinar, que se cuenta por “decenas” de víctimas mortales en ambos bandos, según Thang, más de 10.000 residentes que huyeron hacia el Estado de Mizoram, en India, o hacia otras partes de Myanmar, según datos de la ONG Chin Human Rights. En todo el país, más de 3,5 millones de personas están desplazadas internamente, de acuerdo con la Oficina de las Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA). Según la Asociación de Asistencia a Presos Políticos, la Junta ha matado a al menos 6.488 civiles desde el golpe de Estado.
Una vez que se haya limpiado la ciudad de municiones, comenta el portavoz de la CNDF, los desplazados podrán regresar, pero es probable que continúen los ataques aéreos de la Junta, como ha ocurrido en otras zonas controladas por la resistencia.
Este nuevo episodio en el conflicto de Myanmar llega dos semanas después de otra tragedia. El 28 de marzo, un terremoto de magnitud 7,7 , seguido de una réplica de 6,7, sacudió Myanmar y mató a más de 3.600 personas (aunque se espera que el número de víctimas siga aumentando). Aunque el Estado de Chin se libró relativamente del desastre, el terremoto destruyó innumerables estructuras en la zona central del país, incluidos hospitales, dañó infraestructuras críticas e interrumpió las comunicaciones. Apenas tres horas después del terremoto, la Junta reanudó los ataques aéreos en zonas civiles.
El asedio de Falam
A mediados de noviembre, cuando comenzó el sitio de Falam, unos 600 combatientes rebeldes rodearon a unos 120 soldados de la Junta que, confinados en una base en la cima de una colina, dependían para sobrevivir de los lanzamientos de víveres y productos de primera necesidad que les arrojaban otros soldados desde helicópteros. Pero la avanzada Chin contó con el respaldo de 15 grupos rebeldes recién formados, entre los que se encontraban combatientes de la etnia bamar, mayoritaria en las tierras áridas centrales.
La Junta respondió a la ofensiva Chin con ataques aéreos de aviones de fabricación rusa y china, lanzamiento de cohetes, artillería, francotiradores y fuego de ametralladoras, lo que obligó a los rebeldes a refugiarse en la ciudad abandonada.

Los militares intensificaron sus ataques aéreos sobre Falam a mediados de marzo y llegaron a lanzar más de 150 artefactos explosivos sobre la zona en un solo día, informó Radio Free Asia. Durante el asalto final del CNDF a Falam, unos 70 soldados de la Junta huyeron cuesta abajo hacia el valle y hacia la siguiente guarnición militar, a decenas de kilómetros de distancia en las tierras secas centrales, explica Salai Timmy, portavoz de la organización. La resistencia los persiguió, alejándolos de Falam.
Una vez tomada la base militar de la Junta, los gerrilleros chin encontraron a más de 30 mujeres y niños abandonados junto con soldados heridos, de acuerdo con el portavoz de CNDF, que agregó que se les prestará atención. “Están en buenas manos”, afirma Timmy, “a diferencia del consejo militar, los trataremos de acuerdo con las normas de los Convenios de Ginebra. Les ayudaremos a volver a conectar con sus familiares, aunque eso puede llevar tiempo. No les haremos daño”.
Luchando por la unidad
Al igual que otros grupos de la resistencia de Myanmar, el chin es un movimiento fracturado por divisiones internas. Sin embargo, los esfuerzos de mediación de las autoridades del Estado indio vecino de Mizoram lograron que el 26 de febrero, facciones rivales anunciaran su fusión para formar el Consejo Nacional Chin, con el objetivo de unificar varios grupos armados bajo un único mando militar y estructura istrativa.
Richard Horsey, asesor principal en Myanmar del International Crisis Group, afirma que estas divisiones se deben a “profundas fisuras que se ordenan aproximadamente en torno a comunidades geográficas, lingüísticas y tribales”. La diversidad de idiomas e identidades de la región y la difícil geografía complican la unificación, asegura. “Unificar no será un camino fácil ni rápido”, sentencia Horsey.
El triunfo en Falam no ha traído la paz al Estado de Chin, donde los civiles siguen enfrentándose a duras circunstancias, con bloqueos militares que restringen la entrada de alimentos y suministros. A pesar del apoyo de la diáspora, la situación se deteriora a medida que disminuyen los ahorros familiares y la ayuda internacional sigue siendo escasa. Muchos “camaradas” han caído por el camino. Pero la resistencia Chin, afirman fuentes de la CNDF tiene ya otro objetivo: la norteña ciudad de Tedim.
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