El árbitro De Burgos Bengoechea desactiva una bomba: anula un penalti al Barça en el 96 y expulsa a tres jugadores del Madrid
El colegiado, que le niega una pena máxima al equipo de Hansi Flick tras acudir al VAR y saca la roja a Rüdiger, Lucas y Bellingham en el 120, supera una final envenenada con un desenlace caótico

¿Dónde estaba el guionista del partido? ¿Qué mente brillante, y a la vez retorcida, había redactado la escaleta de la final de Copa? Después de las 33 horas más tensas del fútbol español de los últimos tiempos a cuenta de la polémica arbitral en la antesala de un Barcelona-Real Madrid, de repente, penalti pitado a favor de los azulgrana en el minuto 96. No tuvo dudas el colegiado, Ricardo de Burgos Bengoechea, y desde la grada también pareció claro en un primer momento el derribo de Raúl Asencio a Raphinha. Pero las manos invisibles que movieron los hilos de un encuentro disputado al límite tenían escrito otro final para esa jugada. Después de una larga espera y el aviso desde el VAR de Pablo González Fuertes, giro radical de los acontecimientos: anulación de la pena máxima y amarilla para el brasileño por tirarse.
“El jugador ya está arrastrando el pie cuando se puede producir el o abajo. Ni la pierna izquierda ni la derecha an con el delantero”, le comentó González Fuertes mientras De Burgos Bengoechea ve la jugada en el monitor. “Perfecto. Voy a cancelar el penalti y me voy a ir con tarjeta amarilla para Raphinha”, cerró este. ¿Alguien daba más a esas alturas de la noche?
La previa había metido la final en una lata de gasolina debido a la polémica entre el Real Madrid, los colegiados de la cita (De Burgos Bengoechea en el campo y González Fuertes en el VAR), y todo el estamento arbitral. Fue la última estación de una escalada de enfrentamiento entre el club y el organismo que dirige Luis Medina Cantalejo en el que no se adivina un final. De Burgos Bengoechea se presentó este sábado en La Cartuja sonriente y dibujando un corazón con sus manos en dirección a la grada. Como ya anunció en la rueda de prensa del viernes que provocó la gran sacudida, el vasco mantuvo horas antes una videollamada con su familia como parte del ritual de preparación de cada encuentro.

Antes de que el thriller arrancara y después de un día y medio eterno, De Burgos Bengoechea apareció en el túnel de vestuarios y se saludó con Ceballos, Carvajal y otros jugadores de ambos equipos. El vasco se mostró especialmente dialogante casi en cada jugada, aunque no dudó en sacarle la amarilla a Carlo Ancelotti por protestar antes de la media hora. Fue sorteando todas las minas, anuló el penalti de Asencio a Raphinha tras acudir al monitor y la tensión se acabó desbordando en el último minuto con una secuencia caótica.
Una falta señalada a Mbappé en el último ataque merengue originó una airada protesta del banquillo del Madrid que zanjó con tres rojas. A Rüdiger, según el acta, por “lanzar un objeto desde el área técnica” que no llegó a alcanzar al árbitro. En su escrito, el colegio hizo constar que al central le tuvieron que “sujetar entre varios del cuerpo técnico, mostrando una actitud agresiva”. A Lucas Vázquez, por protestar “entrando varios metros en el terreno de juego, haciendo gestos de disconformidad”. Y a Jude Bellingham, porque una vez finalizado el encuentro “se dirigió en actitud agresiva” a los colegiados, “teniendo que ser sujetado por sus compañeros”. Tres decisiones que quedan a la espera de los castigos disciplinarios, que podrían ser muy severos. Ancelotti rechazó de plano hacer cualquier comentario sobre el colegiado. “No quiero hablar del árbitro”, zanjó.
La última vez que se había visto a De Burgos Bengoechea se había desatado una tormenta fatal sobre el fútbol español. El colegiado rompió a llorar en la rueda de prensa del viernes cuando recordó cómo a su hijo le decían en el colegio que su padre era un ladrón. La escena final de una comparecencia que dio lugar a la gran crisis que exigió os al más alto nivel entre el presidente de la Real Federación Española de Fútbol, Rafael Louzán; el presidente del Comité Técnico de Árbitros, Luis Medina Cantalejo; el presidente del Consejo Superior de Deportes, José Manuel Rodríguez Uribes; el presidente del Real Madrid, Florentino Pérez; y su director general ejecutivo, José Ángel Sánchez.

Louzán mantuvo una larga conversación telefónica con José Ángel Sánchez para rebajar la tensión y Florentino Pérez charló con Uribes, temeroso de que la situación se fuera todavía más de las manos. Y al comunicado del Madrid a última hora de la tarde del viernes, en el que aseguró que las declaraciones de los árbitros demostraban su “animadversión y hostilidad”, se unió el intento de un grupo de colegiados de emitir una nota de apoyo a los árbitros de la final porque entendían que no habían recibido un respaldo firme de Louzán. Sin embargo, el presidente de la federación evitó que esta protesta se difundiera por los canales oficiales de Las Rozas. Así que más leña al fuego. La queja la mandaron a algunos medios, aunque a última hora de la noche el intercambio de llamadas en varios frentes había conseguido rebajar la marea y el Madrid aclaró en otra nota que no había dudas de que el equipo disputaría la final. Una tregua antes de una final tensa como pocas que De Burgos Bengoechea manejó con solvencia.
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