El segundo gran apagón: ¿por qué no pude hablar con el móvil?
La ausencia de un sistema alternativo de energía provocó la caída casi total de las telecomunicaciones. Los servicios de emergencia y radiodifusión resistieron gracias a sus equipos de contingencia


El pasado 28 de abril no hubo solo un acontecimiento histórico, a saber, el primer apagón nacional eléctrico. Hubo un segundo hito inédito: el primer apagón casi total de las telecomunicaciones en todo el país. El “casi” se explica porque los servicios de emergencia y seguridad (Policía, Guardia Civil, Protección Civil, bomberos, sanidad, etcétera) y de radiodifusión (televisiones y radios) funcionaron cerca del 100%. Pero, ¿por qué fue posible sintonizar la radio con un transistor de pilas o desde el coche y no se pudo hablar por el móvil?
El corte de energía provocó un fallo en cascada en toda la infraestructura de la red convencional de telefonía móvil. En apenas dos o tres horas, según los lugares, se apagó la señal de cobertura en los móviles. “No hay red móvil disponible”, se podía leer en las pantallas cuando alguien intentaba llamar o conectar a internet desde su celular. El apagón eléctrico sucedió a las 12.33 horas. A las 15.00 horas, dos horas y media después, apenas un 40% de los s disponían de conexión, según la empresa de medición y análisis Ookla. Los datos recopilados en tiempo real del comportamiento de la red por firmas de medición como Ookla, Cloudflare, DEC-IX, ESpanix o MedUX revelan caídas en el tráfico de internet de hasta un 80%, un descenso de la velocidad media de descarga en redes móviles del 73% y un incremento del 700% de las incidencias en la red. A las cinco de la tarde, la desconexión era prácticamente total en el país.
“La rápida aparición de interrupciones del servicio y la sustancial degradación del rendimiento de la red móvil ponen de manifiesto la crucial dependencia de la infraestructura de telecomunicaciones de la red eléctrica y la limitada disponibilidad de baterías de respaldo más allá de las centrales en España”, señala Luke Kehoe, analista de Ookla.
Para entender esa dependencia energética es preciso conocer la cadena de responsabilidades de la que depende que la señal llegue a nuestros móviles. Las compañías de telecomunicaciones con red propia –fundamentalmente Telefónica, MasOrange y Vodafone- no son ya propietarias de toda la infraestructura móvil. Desde hace un lustro y acuciadas por las deudas, vendieron los emplazamientos donde se sitúan sus antenas a las empresas torreras (TowerCos, por su denominación en inglés) por cantidades millonarias. Telefónica (Movistar) se las vendió a American Tower; MasOrange se las cedió a la subsidiaria Totem y Vodafone a Vantage. Cellnex realizó también adquisiciones a varios operadores. Estas torreras son propietarias del sitio o emplazamiento (la red pasiva como se conoce en el sector) y responsables de los contratos de suministro con las eléctricas que alimentan esos sites. Las telecos son solo dueñas de las antenas en las llamadas estaciones base (la red activa).
En conjunto, Movistar, MasOrange y Vodafone disponen de 60.000 antenas distribuidas por todo el país que funcionan con energía eléctrica en alrededor de 40.000 emplazamientos de los que American Tower posee 12.000; Cellnex tiene 10.800 (1.900 para radiodifusión); Vantage, 8.400 y Totem, 6.800. La mayor parte de las antenas propiedad de las telecos cuentan con baterías que les permiten seguir operando entre dos y tres horas en caso de corte eléctrico. Pero cuando este es total y se prolonga, como ocurrió en el funesto lunes negro, el tráfico de llamadas se multiplica por la inquietud de los s que desean saber qué está pasando o ar con sus familiares y allegados, por lo que la capacidad de las baterías se reduce a una hora o una hora y media. Ese incremento del tráfico de llamadas y de datos por conexión móvil a internet agotó rápidamente las baterías de las antenas y provocó que se acelerara el apagón móvil. Solo las escasas instalaciones que contaban con baterías de mayor autonomía o generadores de combustible resistieron, aunque el conjunto de la red estaba muerto.
Radios y emergencias
La razón por la que las cadenas de televisión y de radio siguieron emitiendo la señal es porque cuentan con un contrato con las torreras (en este caso Cellnex) por el que se les garantiza el suministro eléctrico autónomo (mediante grupos electrógenos, por ejemplo) hasta cinco días en caso de apagón de la red convencional, como es el caso de Torrespaña (Madrid) o Collserolla (Barcelona). Las cadenas pagan un plus adicional por esta reserva y en caso de cortes de emisión, aunque sean de minutos, Cellnex debe pagarles una penalización.
Respecto a las emergencias como Protección Civil, policías, ambulancias, bomberos y salvamento marítimo, disponen de una red al margen de la convencional que funciona con banda de frecuencias propias solo usadas por el servicio en cuestión y, por tanto, no saturables. Eso permite tener menos antenas cuyo suministro, además, está garantizado con respaldo energético autónomo. Por ejemplo, las emergencias cuentan con la red Tetra (Trans European Trunked Radio, por sus siglas en ingles) y la de los cuerpos de seguridad con la red Tetrapol.
“Fue un éxito nacional que la radiodifusión se mantuviera operativa durante todo el apagón porque en ese momento era un valor fundamental mantener la comunicación con los ciudadanos. Garantizamos en todo momento la señal de la TDT [televisión digital terrestre] y de la radio FM, con contadas excepciones, y aunque contamos con grupos de gasóleo suficientes para mantenerse en funcionamiento como mínimo hasta cinco días consecutivos sin electricidad no fue preciso rellenarlos en ningún momento. Y lo mismo ocurrió con los servicios de emergencias”, señala Alfonso Álvarez, consejero delegado de Cellnex en España, la empresa responsable de la señal de radiodifusión y del 70% de los servicios de emergencia.
Respecto a las redes de móviles, Álvarez se muestra cauto: “Es verdad que fallaron, pero es que nunca se había producido un apagón total ni era previsible que sucediera. Y entiendo que ahora se abra un debate sobre si sería preciso reforzar el sistema usando baterías con mayor autonomía o instalando grupos electrógenos. Pero hay que ser sensatos y pensar que no en todos los emplazamientos se pueden habilitar estas soluciones. En emplazamientos rurales o donde hay muchas antenas sería factible, pero difícilmente sería viable en otros más pequeños como azoteas o sitios urbanos donde debido a las reglamentaciones urbanas o medioambientales sería muy difícil implementar esas instalaciones de respaldo energético. Además está el coste”.
Sobre este aspecto, el responsable de Cellnex en España ite que la inversión sería “importante” y que si se decidiera generalizar esos sistemas alternativos de energía para alimentar las antenas incrementarían notablemente los alquileres que pagan las compañías telefónicas a las torreras por usar los emplazamientos desde donde funcionan sus estaciones bases.
Las operadoras difícilmente podrían costear por sí mismas esa inversión multimillonaria. La feroz competencia en el sector con el dominio cada vez más pronunciado del modelo low cost, ha motivado que las grandes compañías con red (las que invierten) hayan visto caer una tercera parte sus ingresos en los últimos 15 años. Además, soportan una carga fiscal asfixiante con más de una decena de impuestos específicos, como la tasa por reserva del espacio radioeléctrico (más de 500 millones de euros al año). Por eso, fuentes del sector apuntan a que la mejor solución sería una fórmula de colaboración público-privada con programas de ayudas similares a otros puestos en marcha como el Plan UNICO 5G Rural para la extensión de la telefonía 5G al ámbito rural, que está subvencionado con fondos europeos.
Esas ayudas públicas ya existen en otros países como Australia donde, a raíz de la ola de incendios forestales de 2019-2020, el Gobierno aprobó subvenciones a las compañías telefónicas para que instalaran sistemas de respaldo energético que permitieran mantener el servicio al menos durante 12 horas. Es importante aclarar que la Ley General de Telecomunicaciones española no contiene ninguna obligación sobre instalaciones de apoyo eléctrico para la red convencional de móvil. Una situación que contrasta con la de otros países como Finlandia, Suiza, Estonia, Eslovenia, Rumania o Suecia, donde el regulador obliga por norma a que se mantengan durante un determinado número de horas el servicio móvil en caso de apagón.
Las telecomunicaciones aprobaron con nota alta otros desafíos como el de la pandemia del coronavirus, en la que el confinamiento disparó el tráfico de llamadas y de datos por el teletrabajo y el consumo masivo de vídeos en los hogares. También estuvo a la altura de la circunstancias en otras tragedias como la dana de Valencia. El gran apagón les pilló de sorpresa y ahora buscan aprender la lección para que nunca se vuelvan a apagar nuestros móviles.
El teléfono fijo e internet también fallaron

Hay quienes dicen que el apagón les remontó a otras épocas, cuando no había móviles, y los cortes de luz locales les hacían encender velas y reunirse en familia. Pero esa comparación nostálgica no acaba de ser exacta. Porque antes de la aparición de la telefonía móvil, cuando se iba la luz, el teléfono fijo seguía funcionando. El 28 de abril tampoco fue posible comunicarse por el fijo.
La razón es que antes la señal viajaba por el viejo cable de cobre desde la central telefónica que contaba con suministro eléctrico garantizado hasta el aparato de casa que, además, era analógico (había que discar los números), por lo que siempre funcionaba aunque se fuera la luz. Actualmente, tanto el tráfico de voz de las llamadas como los datos de internet viajan a través de la fibra óptica y llegan a los módem o routers en los hogares. Todo el proceso requiere de electricidad para funcionar, incluso el terminal inalámbrico que ha sustituido al clásico teléfono de disco rotatorio. Obviamente, también se cayó internet por los mismos motivos.
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