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Más allá de los libros: los clubes de lectura como un espacio seguro para expandirse

En las ciudades o en el entorno rural, estos grupos culturales pueden transformarse en la herramienta perfecta para combatir la soledad no deseada y fomentar la participación, creando un sentimiento de pertenencia

Clubes de lectura
Marta Villena

Hace tres años, Araceli Macías (A Veiga, Ourense, 30 años) recibió una petición del Ayuntamiento de su pueblo natal: poner en marcha un club de lectura que consiguiese atraer también a la gente de los pueblos de alrededor. Un proyecto con muchos detractores que creen que en el mundo rural no se lee. “Piensan que somos tontos, que no gusta la cultura y que por ello el club de lectura no iba a funcionar”, explica Macías. “Pero todo lo contrario, aquí se lee mucho, solo que antes no se ponía en común”, añade.

El club de lectura de A Veiga —cuyo Ayuntamiento agrupa a 49 núcleos poblacionales— se reúne cada dos semanas en la antigua escuela del municipio, “los lunes, después de la clase de yoga, para economizar el viaje”. Empezaron siendo tres y ahora rondan las 13 participantes. Pese a estar abierto a todo el mundo, la gran mayoría son mujeres, de diferentes edades, aunque predomina la tercera edad.

Según el último Barómetro de Hábitos de Lectura y Compra de Libros, el 70,3% de la población española dice leer regularmente y el 65,5% lo hace por ocio. Sin embargo, un acto tan solitario como la lectura se puede convertir en una actividad más allá de los libros. Los clubes de lectura son, en muchos casos, un espacio seguro donde expandirse colectivamente. Son la herramienta perfecta para combatir la soledad no deseada y fomentar la cultura y la participación, creando un sentimiento de pertenencia.

El club de lectura La Leona surgió de una manera bien distinta: la idea se originó en una entrevista en el podcast Participantes para un delirio, de Coco Dávez a Beatriz Álvarez (Ciudad Real, 45 años), quien hasta entonces se dedicaba a reseñar libros en su cuenta de Instagram (@Belugui) y para encargos editoriales. “Coco me preguntó si no me había planteado nunca hacer un club de lectura y yo pensé: ‘¿Quién va a querer hacer un club de lectura conmigo?’. Pero aquella frase se convirtió en una llamada pública que atrajo a un montón de gente”, cuenta Álvarez.

La Leona —nombre en homenaje a la “niña que lee mucho” de Gloria Fuertes— se reúne cada mes en la librería La Lumbre, en el barrio madrileño de Pacífico, y pueden presumir de tener lista de espera. De momento, “el cupo es de 14 personas por una cuestión de espacio físico”, explica Álvarez. Marta Blanco (Madrid, 36 años) es una de las participantes más antiguas. “Recuerdo que con la pandemia y el posterior desconfinamiento, en el que podíamos socializar en persona de nuevo, todo el mundo se echó a los bares. Pero yo buscaba otro tipo de ocio, algo que me permitiese conocer gente y que me ofreciera otras cosas. Lo encontré en La Leona”, cuenta Blanco.

Conocer a gente afín con la que además se puede explorar la propia identidad y descubrir referentes antes desconocidos es lo que motivó la creación del club de lectura Releídas, que promueve la asociación LGTBIQ+ sevillana De Frente. Su dinamizadora, María Dolores Yébenes, prefiere considerarlo un taller de creatividad, “un espacio en el que dialogar, recitar, dibujar, pensar, crear, expresar en diversidad”. Ante todo, es un lugar seguro para conocer a otras personas del colectivo LGTBIQ+.

El 70,3% de la población española dice leer regularmente y el 65,5% lo hace por ocio. Sin embargo, un acto tan solitario como la lectura se puede convertir en una actividad más allá de los libros.

En A Veiga también se ha forjado un espacio en el que las mujeres pueden participar y expresar sus opiniones como no estaban acostumbradas a hacerlo en otros lugares. “Se hacen preguntas y cuentan cosas como nunca lo habían hecho”, apunta Araceli Macías, refiriéndose a las participantes más mayores de su club de lectura. “Aquí [en el pueblo] siempre hemos sido la hija de tal o la madre de cuál, nos conocemos de toda la vida, pero no sabemos qué piensa la otra sobre política, por ejemplo. Ahora, con este espacio seguro que hemos creado, nos estamos conociendo de otra forma”, añade.

Para ella, los libros abren la puerta a otras conversaciones. “Una vez leímos un libro en el que uno de los personajes era una chica trans. Una de las participantes expresó que ella no lo entendía, pero no lo juzgó. Al rato, otra de ellas reveló que su nieta era trans y nos contó la relación tan bonita que tenían. Aquel día todas aprendimos un montón de cosas”, relata la gallega, miembro de la cooperativa Outonía, dedicada a la dinamización cultural rural.

La Leona también ha permitido a Irene Díaz (Granada, 38 años) descubrir otra forma de relacionarse con la lectura. “También te puedes divertir criticando un libro o cambiar de opinión escuchando las opiniones tan diversas de los demás”, destaca Díaz. Lo que más valora Álvarez es la comunión tan fácil que se genera entre un grupo tan distinto: “Somos personas de diferentes edades que nos dedicamos a cosas muy diversas, pero se han creado unos lazos que pueden considerarse ya amistad”.

Combatir la soledad no deseada y fomentar la pertenencia

El 20% de la población española sufre de soledad no deseada, según el Observatorio Estatal de Soledad No Deseada. Afecta más a mujeres que a hombres y, según la edad, especialmente a los jóvenes, pero también a personas mayores de 75 años. Además, son más vulnerables las personas con algún tipo de discapacidad, el colectivo LGTBIQ+ y los migrantes.

Las reuniones del club de lectura se convierten  en el motor de las vidas de muchas personas para combatir la soledad no deseada. También son la herramienta perfecta para fomentar la pertenencia a través de la lectura.

En un club de lectura, los libros pueden ser una excusa para encontrarse. En A Veiga, por ejemplo, hay quien ni se los lee. “Tenemos a una mujer que viene a las reuniones, pero que no lee las lecturas que trabajamos, dice que lee a través de nosotras”, dice Macías, riéndose. Esas reuniones quincenales se han convertido en el motor de las vidas de muchas de estas mujeres, una forma de combatir la soledad no deseada. También son la herramienta perfecta para fomentar la pertenencia a través de la lectura, como explica Macías, que desde hace un año dirige otro club en formato online que explora la ruralidad y la lectura en gallego, y en el que participan personas de otras partes de España y de Europa.

En Releídas celebran sus propias identidades, visitando museos y otros espacios culturales. “Hace poco fuimos al Museo de Bellas Artes, de Sevilla. Realizamos una visita guiada para interpretar desde una perspectiva queer algunas de las obras más significativas del museo”, explica Yébenes. El grupo de Telegram creado para las sesiones de La Leona hace las veces de un foro en el que “recomendar podcasts, artículos o libros, u organizar quedadas para ir al cine”, como explica Álvarez.

“Desde el principio propusimos hacer una merienda, llevar café y que cada una preparase un pastel que luego contaba a las demás cómo elaborarlo”, cuenta la dinamizadora de la actividad en A Veiga. “De esta forma, además, cada una se hace cargo de cuidar el espacio que hemos creado”, añade. Ante la duda de si un club de lectura en su pueblo funcionaría o no, Macías afirma rotundamente: “No solo ha demostrado ser un éxito de participación, sino que ha cambiado la vida a un montón de mujeres”.

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Sobre la firma

Marta Villena
Escribe en varias secciones de EL PAÍS sobre temas de Sociedad, Cultura, Medio Ambiente y Salud. También publica de manera independiente proyectos audiovisuales y fotográficos, explorando nuevas narrativas. Cursó un máster de Periodismo Internacional en la Universidad de Cardiff (Gales, Reino Unido), con especialización en cine documental.
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