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Carta del director
Columna
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Tragedias particulares

El relato de la pérdida en primera persona de Nick Cave nos recuerda que ni las fotos, ni los datos, ni la fascinante narrativa de las tormentas perfectas deberían alejarnos demasiado de la escala humana

La imagen de una catástrofe: 'Jpeg NY01' (2004), de Thomas Ruff.
Daniel García López

Las cosas que le han pasado a Nick Cave, nuestro hombre de portada, serían dignas de un desenlace terrible. Pero el músico australiano, antaño famoso por ser un diablo carismático con historial pleno de excesos, ha transformado el duelo por sus dos hijos muertos, y la desaparición de amigos y familia, en un disco luminoso. “La sola idea de Nick Cave grabando un álbum alegre parece imposible, ¿no te parece?”, le dice a Iñigo López Palacios en una entrevista exhaustiva donde el crooner de 67 años disecciona su música, su fe, sus creencias, su historia y el camino que han recorrido él y su mujer para superar los infortunios hasta llegar al momento actual, por suerte, reconciliados con la existencia. Y juntos. “Hemos salido con un vínculo muy particular, construido sobre el amor y la catástrofe”, afirma.

"La idea de Nick Cave grabando un disco alegre es sorprendente, ¿no te parece

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